Quisiera limitar esta breve reflexión a destacar que el aparente carácter puramente dual y de oposición de la narrativade Metrópolis (1927) es en realidad algo aún más determinado. Se trata, a mi juicio, de un modo muy alemán de proceder:la presentación de un “tercer término” que configuraal asunto en cuestión no como oposición sino como contradicción. Lo radical del filme es la proposición de otro “tercer término” con la pretensión de superar la situación contradictoria moderna.
Hay una serie de elementos que saltan a la vista para interpretar la propuesta langniana como un dualismo. Algunos son: el nivel de la superficie de Metrópolis y las profundidades de la ciudad de los trabajadores, el color blancode la vestimenta de los ricos y el color negro de los trabajadores, la escisión de la función de la cabeza y de las manos, la máquina vs. Los trabajadores, etc. Todas estas aparentes oposiciones externas, es decir, conflictos entre figuras independientes unas de otras que por mera circunstancia entran en choque se revelan como relaciones en las que dichas figuras muestran su co-determinación. Así, la existencia misma de, por ejemplo, los trabajadores se presenta como necesaria dada la determinación de su relación con el otro “polo” de la misma y que los constituye como tales, los no-trabajadores. Es una relación unitaria, diferenciada y contradictoria.
El asunto adquiere un grado mayor de complejidad si tenemos en mente dos temas más: 1) La inversión de las determinaciones propias del sujeto respecto a “la Máquina” y 2) El carácter mítico, evidentemente cristiano, que atraviesa toda la narrativa y se coloca como la relación que presuntamente permitiría configurar la existencia de un modo renovado, esto es, más allá de la explotación y dominación (capitalista) moderna.
Fritz Lang anuncia desde un inicio la “solución” de la contradicción moderna. Reconoce que el problema no desaparecerá sustituyendo a Joh Fredersen, empresario frío y calculador, por algún otro entrepreneur de calidad moral más “humana”. Apuesta por otro principio de socialidad, por una reconfiguración completa de la relación imperante. El “corazón” como mediación de la mano y el cerebro. No es una apuesta revolucionaria o al menos no en el sentido de la confrontación material de los cuerpos. Se trata, por el contrario, de apelar a un principio pre-reflexivo, dirán algunos “irracional”, una “sensibilidad espiritual” específicamente religiosa y particularmente cristiana. Esta proposición remite fuertemente, considero, al romanticismo alemán de finales del siglo XVIII y principios del XIX. Cabe decir, incluso en el joven Hegel podríamos encontrar la apuesta por la “religión del pueblo” como principio moral supremo ante la dinámica capitalista incipiente, pero ya muy perceptible.
De este modo, el comienzo de la película muestra tajantemente la mecanización de la humanidad, o al menos de una parte de ella. Durante el “cambio de turno”puede verse grupos despersonalizados de hombres, sólo son números, cuyo andar no es erguido y absolutamente homogéneo, como el movimiento de una máquina. Es notable cómo elritmo de la música es marcadamente acelerado, sobre todo en las profundidades del “gran taller”, contrastado con la “suavidad” de, por ejemplo, el ambiente del jardín que hace alusión al paraíso bíblico y donde Freder tendrá su primer encuentro, en verdad una especie de revelación, de María. Dicha humanidad mecanizada contrasta radicalmente con la escena, ya muy avanzada la película, donde el autómata-María no simplemente reproduce técnicamente el cuerpo humano sino, además, algo tan íntimo de éste como su sensualidad y erotización. Las cosas se han subjetivizado, y los sujetos cosificados (Marx).
Dicho encuentro entre Freder y María es sustancial. María, acompañada de los hijos de los trabajadores, entra en escena nombrando “hermanos” a los ricos. Esta determinación del otro como prójimo sin prestar atención a la determinación de “clase social”. Como dije, tal encuentro adquiere el carácter de revelación, esto por la reacción casi en éxtasis del propio Freder y, a su vez, por el significado que tendrá la misma a lo largo de la película. Además de que el origen de María es propiamente mítico, no se sabe de donde viene y, es más, no importa ello. Todo es sensación y conmoción espiritual. Por otra parte, veamos que Lang se distancia explícita y abismalmente de la postura marxista clásica, tan de boga en su tiempo, de “conciencia de clase”. Quien se solidariza con los trabajadores es el hijo del empresario y no por cuestiones políticas sino míticas y eróticas.
Freder es la representación de la otra “mediación”. Sólo podría estar personificado en el cuerpo de quien ha participado en los dos “mundos” modernos. El no percibe el conflicto, como el resto de los trabajadores y la gente de la superficie, de un modo externo sino, al contrario, interno.Su propia carne a experimentado el derroche y la explotación. No hay organizaciones de trabajadores, militancia, lectura política sino, como dije, un interés por la “causa” derivado de un interés más íntimo y, por ello, individual: el reencuentro con María.
En cuanto a Joh Fredersen, destaca su actitud propio del “Gran Hermano”. Vigilante, racional (instrumentalmente), calculador, frío y autoritario. Sin miramientosse sirve de la gran apuesta utópica del siglo XX para destruir a los ejecutores de la misma –los trabajadores: la revolución. Lang es muy crítico en este respecto. Está señalando cómo incluso la propia revolución puede tener, o quizá para él simplemente es así, a ser un mecanismo “ficticio” de quienes se encuentran “arriba” para garantizar su control absoluto. Destaca, igualmente, la forma perversa de ejecutar dicha intención, la reproducción técnica del profeta, en este caso María, usando para ello el autómata de Rotwang que, como en Ghost in the shell, no sólo es una armadura sino, además, la morada del alma de su amada.
Son muchos los elementos que habría que destacar en la película. Aquí nos limitamos a lanzar una serie de determinaciones que se encuentran representadas en los personajes principales. El punto con el que quisiera cerrar esta reflexión es que Lang es un crítico de la práctica revolucionaria, a su juicio la superación de la contradicción moderna, esto es, el intento de reconciliación de la humanidad es absolutamente espiritual. La religión es aquella práctica que generaría una comunidad verdadera puesto que rompería con las ataduras que impone una mera práctica racional-instrulmental o, de otro lado, práctico-manual. Dichos elementos no son mediaciones o relaciones sino los polos que deben estar dirigidos por una relación muy específica, la mediación del “corazón”. La “irracionalidad” como principio ordenador y guía de la “racionalidad”.